La Batalla de Elena Santos

El 14 de mayo de 2011 los Zetas ejecutaron a 27 campesinos al norte de Guatemala. A raíz de la matanza y tras ocho meses de asedio, las presiones por parte del gobierno estadounidense para desmantelar las redes de narcotráfico aumentaron. Así como las capturas a personas supuestamente vinculadas a ellas. Elena Santos fue una de ellas, excepto que no estaba vinculada a ninguna red y no había mayor evidencia en su contra más que el testimonio de un hombre que meses atrás le había comprado un carro. Elena era inocente.

Su condena fue consecuencia de un caso bien armado y una defensa incapaz de prever el desenlace: una sentencia de 16 años por asociación ilícita y portación de armas. Fue ese año, en el penal de Santa Teresa, que Elena se involucró con la Serigrafía de la Gringa.

Al principio el trabajo no le gustaba, sólo se anotó a los cursos para matar el tiempo. Poco a poco, gracias a su liderazgo y tenacidad, fue creciendo dentro de la empresa y se enamoró de su trabajo. Para poder trabajar en la Serigrafía tienes que enviar una aplicación de trabajo común y corriente, como lo harías estando fuera de la cárcel. Los requisitos son claros: seis meses sin consumir ningún tipo de drogas y tener cierto nivel de escolaridad o el compromiso de estudiar. Al ser aceptada, empiezas un curso de entrenamiento vocacional y una inducción para aprender a utilizar la técnica serigráfica y las máquinas, llamadas pulpos.

La Serigrafía se convirtió en un pilar que la sostuvo durante uno de los períodos más difíciles de su vida. Antes de ir a la cárcel, Elena estuvo casada y tuvo una hija. Atravesando el punto más álgido de su divorcio, pensó que eso era lo peor que iba a vivir, y que a pesar de tener 22 años, su matrimonio fallido sería su batalla más grande y que la vida para ella sólo podía mejorar. Pero sentada en el taller de la serigrafía, formando parte de un círculo de mujeres que compartían sus historias, Elena en pocas palabras reveló el motivo de su condena, y la razón que la llevó a librar una de las guerras más difíciles de su vida. “Me acusan de ser zeta.” En sus años dentro del penal, Elena estaba profundamente deprimida, pero estaba determinada a trabajar. Necesitaba generar ingresos para mantener a su hija y poder llenar los días de trabajo los hacía pasar más rápido.

En Guatemala, el sistema penitenciario premia a los privados de libertad que se involucran en proyectos laborales dentro de la cárcel reduciéndoles sus condenas hasta por la mitad. Le llaman Redención. Y la redención de Elena llegó en junio de 2019, ocho años después de haber sido aprehendida y condenada. A pesar de ello, a causa de la burocracia del sistema, Elena pudo salir hasta un año después en plena pandemia, con la urgente necesidad de reintegrarse a la sociedad.

Salió de prisión en mayo de 2020, bien entrada la pandemia de COVID-19, y Elena se encontró sola, entre las calles de una ciudad silenciosa y dormida. Pero Elena no estaba sola.

A diferencia de la mayoría de presos que finalizan sus condenas y recuperan su libertad, Elena tenía un trabajo esperándole fuera. Esto, aunado a su deseo de retomar la carrera universitaria que tuvo que abandonar al ser sentenciada y a la determinación de luchar por darle a su hija una vida digna, le dio a Elena una segunda oportunidad de alcanzar sus sueños.

Habla con ilusión de su regreso a la universidad. Siente que su falta de estudios y experiencia de vida le juegan en contra y aunque no lo admite, detrás de sus palabras se esconde un miedo al rechazo. “No quiero que me conozcan por ser ex privada de libertad, quiero que me digan Ingeniera. Me hubiera gustado enorgullecer a mi papá pero ahora puedo enorgullecer a mi hija” dice Elena. Su padre enfermó mientras Elena estaba presa y logró salir dos semanas antes de que falleciera, por lo que se siente afortunada de haberlo podido cuidar en sus últimos días, de haberse despedido de él.

Gracias al proyecto, Elena tiene una causa que la inspira y que la motiva a luchar por sus compañeras de trabajo, tiene ingresos que le permiten mantenerse y a su hija y tiene la posibilidad de soñar con un futuro mejor. Sin la mano que le tendió Ashley y la oportunidad de involucrarse en la Serigrafía, sus posibilidades de reinserción y de soñar un mejor futuro serían casi inexistentes.